La reciente expulsión de Ramiro Marra de La Libertad Avanza (LLA) marca un punto de inflexión en la estrategia política del oficialismo libertario en la Ciudad de Buenos Aires. Más que un ajuste interno o una decisión administrativa, se trata de una jugada que podría salirle cara al espacio de Javier Milei.
Marra no es un dirigente menor dentro de LLA en la Ciudad: según la última encuesta de CB Consultores, es uno de los tres candidatos con mejor imagen entre los dirigentes porteños. Su presencia en la arena política no solo le ha permitido consolidar un núcleo duro de votantes, sino que además lo posicionó como una de las figuras más representativas del espacio en el distrito. En paralelo, la misma encuesta confirma que LLA mantiene un 27% de intención de voto en CABA para la elección de legisladores, lo que lo coloca en la cima de las preferencias, aunque con un margen estrecho sobre Unión por la Patria (23,6%) y el PRO (22,2%).
El riesgo político de su salida es inmediato: con un 27% de intención de voto, una fractura en el espacio podría significar la pérdida de bancas clave en la Legislatura porteña, debilitando la capacidad de Milei para sostener su proyecto a nivel nacional. Marra no solo puede llevarse una porción significativa del electorado, sino que además podría atraer a parte del voto liberal desencantado, reduciendo aún más la competitividad de LLA en la Ciudad.
Por otro lado, en el ranking de imagen, Marra no se encuentra en una posición desfavorable. La encuesta de CB muestra que si bien tiene un nivel de rechazo alto (30,6% de imagen “muy mala”), su imagen positiva sigue siendo considerable en comparación con otros dirigentes de LLA. Su salida podría generar una reacción adversa en los votantes que ven en él una figura representativa del liberalismo en la Ciudad.
Un error de cálculo con impacto electoral
Desde un punto de vista estratégico, la expulsión de Marra no parece una decisión fundamentada en términos de rentabilidad política. Más bien, parece responder a disputas internas y a un intento de disciplinamiento dentro del espacio, sin medir las consecuencias electorales que esto puede acarrear.
El liberalismo porteño no tiene la solidez estructural de los partidos tradicionales como el PRO o el radicalismo, y por lo tanto, cualquier movimiento que fracture a sus referentes puede traducirse en un golpe significativo en las urnas. LLA es un fenómeno en construcción, con una base electoral volátil que aún no está totalmente consolidada.
A esto se suma un problema de percepción: la salida de Marra puede ser leída como una señal de desorden interno, algo que históricamente ha sido una debilidad para los espacios emergentes. Si el electorado comienza a percibir que LLA es un partido en constante conflicto, la consecuencia natural será una migración de votos hacia otras opciones dentro del espectro de la derecha porteña, como el PRO o incluso algunas figuras del radicalismo con discurso más liberal.
¿Marra como un competidor independiente?
El otro escenario que debe analizarse es el futuro de Marra fuera de LLA. Si bien su capital político sigue atado a su paso por el mileísmo, no sería descabellado pensar que intente conformar un espacio propio o incluso articular algún tipo de alianza con otros sectores liberales o conservadores en CABA. En un contexto donde la política porteña es altamente competitiva y fragmentada, cualquier escisión puede ser la diferencia entre ganar o perder representación legislativa.
Conclusión: una jugada costosa
La decisión de La Libertad Avanza de expulsar a Ramiro Marra parece más un error de cálculo que una jugada estratégica. En un momento en el que el partido necesita consolidarse y ampliar su base, perder una figura con peso electoral en CABA solo debilita su posición.
Si Marra decide presentarse por fuera de LLA o capitalizar el descontento de los votantes libertarios desencantados, el daño podría ser aún mayor. En política, la coherencia y la estabilidad pesan tanto como la ideología, y los votantes porteños, acostumbrados a la volatilidad de los liderazgos, podrían interpretar esta movida como una señal de debilidad más que de fortaleza.
Si bien Milei ha logrado consolidarse como un líder indiscutido a nivel nacional, su armado en CABA aún es frágil. Y en una Ciudad donde cada voto cuenta, regalarle electorado a la competencia puede ser un lujo demasiado costoso.